lunes, 26 de agosto de 2013


Todos tenemos un boleto

a la discapacidad: Milly Marín


Aún con ceguera, la fotografía nos permite conocer nuestro potencial, y mostrar la belleza de nuestro paisaje interior.
Por Inés García Nieto

Carmen Milagros Marín Santibáñez, Milly, es una joven que no ve. Pero de sus grandes ojos emana la luz de la fe. Y en su mente y en su vocabulario no existe la palabra: “No puedo”.
Nació en una ambulancia de la Cruz Roja. A  los 8 años de edad planeó su vida como mujer de éxito, y a los 12 años perdió la capacidad de ver, por un mal funcionamiento en su retina.
A sus 35 años es una mujer que se ha cobijado en la fe. Vive con esperanza, camina al lado del amor, y se declara mujer de éxito.

Milly, como la llaman sus amigos, dio una entrevista a MIRADA A DISTANCIA. Y aparte de su voz, todo su  ser expresa felicidad y paz. Su sonrisa contagia al expresar: “¡Mi  vida es un milagro!”.

Ella nació un domingo de Pésaj  -Pascua-: El 26 de marzo de 1978. Tras perder la capacidad de ver a los 12 años, hoy dice: “Ya no hago planes para más de dos días”.
—Sí me organizo y planeo cosas, pero no me aferro a ello. Hoy sé que dependo del amor del Creador. Él prometió caminar a mi lado, y estar al control de mi vida.

Milly vino al mundo en una ambulancia de la Cruz Roja, cuando su madre era llevada del municipio de Tlacotepec a Cuautla, Morelos, para dar a luz.
Tras ser muy enfermiza, sus padres decidieran dejarla con los abuelos paternos, en la colonia Roma, del Distrito Federal.  A los 8 años de edad, conoció a la dueña de una agencia de viajes: A Rosario de Aviega. Y ella fue su  ejemplo a seguir.  Se dijo: “A los 35 años estaré conociendo Europa, hablaré el  inglés y tendré mi propia empresa”.

A  los 12 años, a punto de entrar a Secundaria, regresó con sus abuelos a Morelos. Y esto la contrarió, por ir contra sus planes de vida.
En junio de 1990, empezó con dolor de ojos y cabeza. Y al ser inscrita, vio cómo la secretaria escribía su nombre. Ya en  clases no pudo leer las letras en el pizarrón.
Al paso de los días sentía como si tuviera “diurex” en los ojos. El diagnóstico fue retinosis pigmentaria; enfermedad hereditaria, que puede desarrollarse en cualquier momento de la vida.

Esto hace decir a Milly:
“Todos tenemos un boleto a la discapacidad; ya sea por enfermedad, accidente o ancianidad. Esto debe despertar la sensibilidad de quienes hoy nos ven como un estorbo desagradable y feo. Porque un día pueden quedar sin la capacidad de caminar, oír o ver. La pregunta que hago a esas personas es: “¿Cómo les gustaría ser tratados en esa condición?”.
Milly estudió repostería, manualidades, el idioma Braille, masoterapia, computación. Y actualmente se prepara como sommelier. Y también como fotógrafa, en el taller “Mirar sin Límites”, dirigido por Juan Miranda, en el Comité Internacional Pro Ciego.

Ella afirma:
“La ceguera me dejó suspendida en la nada, y 14 años estuve aislada del mundo. En esos momentos de dolor, Jesús fue luz a mi oscuridad. Fui inscrita en el Comité Pro Ciegos, e inició mi rehabilitación y estudios.
“Hoy valoro el cómo mi papá-abuelo me preparó para la vida. Decía que el 9 era calificación mediocre, que debía esforzarme para la excelencia. Antes de morir me pidió perdón, al estar consciente que… ´¡Me exigió cañón!´.

“Eso me pasa ahora con mi maestro de fotografía, Juan Miranda. El cree que todos los seres humanos podemos dar más, y quiere que descubramos y alentemos nuestro potencial.
“El, su esposa Norma, y Gina Estrada, representante de Relaciones Públicas de la Asociación de Sommeliers Mexicanos… ¡Han sido una bendición en mi vida!
“Miranda llegó al Comité cuando yo había tirado la cámara fotográfica. Mi esposo, quien me había iniciado en este arte, recién había fallecido, y yo no quería saber nada. Juan me dio su cámara, le tomé dos fotografías, y le gustaron. Y ahí nació una gran amistad”.

Milly Marín, quien sabe que la mayor parte de la discapacidad visual es adquirida (ya sea por diabetes, glaucoma o retinosis), dice:
“Hemos descuidado la alimentación, y es ésta es la base del desarrollo emocional y físico. Si tu cerebro no recibe lo necesario, no responderá con la eficiencia que lo puede hacer. La publicidad nos ha llevado al exceso de los azúcares y las grasas, y por ello crece alarmantemente la diabetes y enfermedades cardiovasculares.
“¿Cuántas personas en México tienen discapacidad visual; ya sea baja visión o ceguera? El 1 por ciento de la población total de México tiene ese problema. Esto es: Una de cada 100 personas, tiene un tipo de discapacidad visual.
“Las personas tienen temor a ser discapacitadas, y éste se manifiesta en rechazo. He escuchado decir, ante un niño con Síndrome de Down: ¡Qué raro, qué feo! ¡Qué pena que aún con todos los sentidos funcionando, la gente no sea capaz de ver el alma de las personas!
“Otro error: No somos los pobrecitos ni somos la Mujer Maravilla. A mí me han dicho: ´Tú has logrado muchas cosas porque tu problema  te ha obligado a desarrollar otros sentidos´. ¿Por qué no lo hacen ellos también? Si no veo, tengo que apoyarme con el oído y el tacto para caminar. ¡Si no, termino rompiéndome la cara!”.

Aflora la fe de Carmen Milagros Marín Santibáñez, entre el tenue humo de su taza de té:
“Dios nos da la habilidad de hacer, y nos pide que aprovechemos al máximo ´eso´  para lo que somos buenos.
“Cuando Él está con nosotros, nada hay que se interponga en  nuestros planes. Yo he experimentado lo sobrenatural que hay en la vida, y sé que todo viene de Él.
“Como conozco su amor incondicional, soy teatrera también. Si las cosas no salen cuando yo pienso que deben salir, le hago panchos, lloro y pataleo.  Entonces  Jesús me dice: ´Todo tiene su tiempo. ¡Espera!´”.

La joven concluye esta rica plática, hablando de su nueva forma de comunicación: La fotografía.
“La imagen que nosotros mostramos al espectador tiene el propósito de expresarnos, de mostrar un pensamiento, una forma de vida, y sólo logramos esa comunicación si esa imagen dice algo a quien la ve. Si le provoca un recuerdo o  una emoción.
“Fotografiar no es sólo disparar la cámara y captar un objeto, sino mostrar nuestro paisaje interior.

“Estoy convencida”, dice sonriendo y feliz Milly Marín Santibáñez, “que al ser humano le falta descubrir lo extraordinario que hay en él. Una vez que experimente esa belleza interior, será capaz de ver lo extraordinario que hay en los demás”.