¿QUIÉN TEME AL FEMINISMO?
¿Por qué da miedo decir “soy feminista”? ¿Qué nos pasa con el término?
Reflexiones de dónde estamos y hacia dónde vamos.
imagen de Isa en el blog Proyecto Kahlo |
No soy feminista”,
“Creo en la igualdad pero no soy feminista” (?), son algunas de las frases que
he ido leyendo sin cesar últimamente por internet… y escuchando por todas
partes. No tan solo de cualquier persona de a pie (con estudios universitarios o sin ellos),
sino de mujeres famosas, que por su condición mediática influencian muchísimo
en la sociedad. Y digo yo ¿por qué ese miedo? ¿Qué creen que es el
feminismo? ¿Por qué renegar de él?
Para seros sincera, hace un tiempo a mí tampoco me gustaba un pelo el
término feminismo. Que sí, que estaba muy bien para mí la idea de la igualdad y
todo eso, pero, ¿feminista yo? Ni en broma. Eso del feminismo lo veía de
histéricas, de amargadas, de lesbianas comehombres. De radicales
quemasujetadores feas, de pelo corto y camiseta ancha. Sí, a mí también me
vendieron la moto. Hasta que me decidí a conocerlo en profundidad.
Fue algo así como un enamoramiento. Me desvelaba todo aquello que había
intuido pero que no sabía con certeza. Un universo que me dotó de las famosas
“gafas violetas” que te hacen afinar tu percepción sobre lo que considerabas
“normal”.
Pero me sigo preguntando ¿por qué se ve así? De hecho, podría
autoformularme la pregunta y pensar que por qué yo lo veía así… Si
solamente hace falta acercarse a la definición de cualquier diccionario para
ver que feminismo es hablar sobre igualdad. Creo que hay mucho prejuicio en
torno al feminismo. Se me ocurren, fundamentalmente, ocho ideas erróneas que
hacen que cuando digas “soy feminista” a la gente se le ponga cara de susto:
1. “Es cosa del pasado”. Como se citaba en un artículo que
he enlazado anteriormente, seguramente esté relacionado con que se ve algo
“desfasado”. Anacrónico. La imagen de feminista se tiene
asociada con hechos políticos convulsos del pasado. Es la imagen de la
trabajadora fabril con el puño alzado. Que, oye, no tiene nada de malo.
Realmente fueron unas luchadoras. El problema está en que nunca se piensa en
feminismo en términos de “presente”. Y con esto vamos al punto dos.
2. “Ya no sirve para nada”. Increíble pero cierto. Hay quien
piensa que ya “todo está hecho”. Que con poder votar, ir a la universidad y
trabajar ya está el tema arreglado. Lo que no suelen contemplar quienes afirman
tal barbaridad, es que nosotras seguimos cobrando menos que ellos en
determinados puestos de trabajo, que se nos demanda mucho más para alcanzar los
mismos puestos de poder. Que sí, trabajamos fuera de casa, pero en la inmensa
mayoría de casos somos nosotras las que se cargan a las espaldas, además, las
tareas domésticas y de crianza. Que si una mujer es política se va a hablar de
la ropa que ha llevado, de su maquillaje o cualquier aspecto banal, dejando en
segundo término sus palabras; o, si se las atiende, será para criticar lo
“histérica” que se ha puesto. Podría continuar horas poniendo ejemplos. Porque
el trato que nos ofrecen a nosotras es discriminatorio.
3. “Ser feminista es ser exagerada, ser una exaltada, una
radical”. Seguro que esto os suena muchísimo. La idea de que las feministas
nos quejamos por todo, de que somos unas pesadas, de que no podemos estar
tranquilas y por ello… somos unas histéricas y unas amargadas. Vamos, que se
nos culpa por levantar la voz frente a las actitudes machistas. Y es que mires
por donde mires, están en todas partes. Una vez te pones las gafas violeta
afinas mucho la percepción de lo que te rodea, y puedes ver con facilidad cómo
han calado todas esas ideas machistas de que la mujer es alguien (e incluso
“algo”) al servicio del hombre. No haré una disertación sobre lo que encuentras
con las malditas gafas violetas puestas -y digo malditas porque una vez te las
pones es como si te las soldaran a fuego y jamás te las podrás quitar-; el caso
es que, ¡mujeres quejándose del machismo! ¡¿Dónde vas a parar?! ¡Mujeres
alzando la voz, diciendo que ya basta, en vez de estar calladitas, sonrientes y
bien bonitas! Esto no es femenino, plantarse y decir que no aguantas más ¡es de
amargadas histéricas! Dónde vamos a parar… Ah, y sí, las feministas somos unas
radicales. Porque vamos a la raíz del asunto, a su base.
4. “Eso del género, el feminismo y demás, es cosa de estudios
universitarios”. También hay mucha gente que lo ve así. Como una especie de ghetto
cultureta. Algo que se estudia en las universidades y de lo que se habla en
seminarios, pero que si no estás en ese círculo no es para ti. Nada más lejos
de la realidad. Aunque es cierto que es motivo de estudio en las universidades
-algo muy necesario y que aplaudo-, el feminismo trata cuestiones cotidianas,
que nos afectan a todas. No es algo que esté sólo en las mentes de las
estudiosas.
5. “Ser feminista es ser antihombres”. El clásico. Aquí no me voy a
detener. Vamos, ¿en serio?
6. “Es que el término es controvertido”. Esta es una de mis
preferidas, precisamente porque yo he estado aquí. No voy a entrar en si el
término es el más correcto o no. Que está muy bien revisar los términos y que
se discuta sobre los conceptos y demás. Pero sin perder la perspectiva. La
cuestión es que estamos donde estamos, con los términos que tenemos y la
palabra feminismo es el exponente de una lucha vigente. Además, la palabra
feminismo remite a toda esa lucha histórica que han llevado a cabo grandes
mujeres de las que las nuevas generaciones recogemos el testigo. Porque para
mí, utilizar esta palabra es recoger ese testigo, volver a darnos la voz que
todas esas mujeres nos han querido dar. Es seguir hacia delante. Es
posicionarnos, ponernos en pie y hacernos valer.
7. “Es que hay feministas que tela…”. Hay quienes atacan al feminismo
bajo el pretexto de que hay feministas que no veas lo que afirman…
Independientemente de a los comentarios a lo que se refieran, este argumento no
lo acabo de entender. Hay quien enarbola la bandera de la democracia y expresa
ideas políticas más cercanas a la dictadura, o quien dice que no es racista
“pero los X a su país”, y sin embargo no se reniega de usar las palabras
“demócrata” o “antiracista”. ¿Por qué deberíamos renunciar a la palabra
“feminismo” sólo porque en ocasiones no esté bien empleada o la usen personas
que no piensan como nosotras?
8. “Ay, cuánto machismo…“. Y es que, en
definitiva, todo lo anterior, que nos dé miedo decir que somos feministas, que
se asocie la palabra a que somos unas amargadas, o, sencillamente que lo
asociemos a que queremos ser consideradas superiores a los hombres, no es más
que una muestra de la sociedad machista en la que vivimos. Es otro de sus
triunfos. Los prejuicios formados a su alrededor lo único que pretenden, y
consiguen, es machacar al feminismo y a su lucha.
Por suerte no todo el mundo lo ve así. Hay personas potentísimas que se
declaran feministas sin ningún tipo de tapujos. Porque tienen claro lo que es
ser feminista. Hay mujeres famosas que lo cantan a los cuatro vientos. Y
teniendo la trascendencia que tienen, es de agradecer.
Lo que espero para el futuro es que el término feminismo sea
revalorado. Que tome el poder que contiene la palabra y se use. Que nos deje de
dar vergüenza, que no lo digamos con la boca pequeña, que no dudemos de
él. Ser feminista constituye un acto de autodefensa para las mujeres.
¿Qué nos ven radicales? Pues será que sí, porque como he dicho, vamos a la raíz
del asunto. ¿Qué nos llaman exageradas? El sexismo nunca es un caso menor. ¿Qué
somos unas histéricas? ¡Pues que viva Liliana Felipe!
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